El profesor José Antonio Acevedo Díaz publicó en la revista Eureka un muy buen artículo en el que de una parte aborda similitudes y diferencias entre Ciencia y Tecnología aproximándose a sus significados desde sus respectivas prácticas y, de la otra, trata cinco modelos de relación de estas dos disciplinas desde un punto de vista social e histórico. La relación y, por tanto, la diferencia entre Ciencia y Tecnología es un asunto conceptual con el que a diario debe lidiar un docente de Educación en Tecnología. A continuación se presenta un resumen de la segunda parte de dicho artículo, no sin antes recomendar su lectura completa. El artículo se puede descargar en formato PDF del sitio Web de la Revista Eureka o directamente, haciendo clic aquí.
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El profesor Acevedo parte de los cinco modelos propuestos por Niiniluoto [1]:
- La ciencia y la tecnología son independientes desde un punto de vista ontológico [2] (cada una tiene su propia entidad). También son causalmente independientes o cuasi-independientes.
- La ciencia y la tecnología tienen independencia ontológica, pero hay interacción entre ambas.
- La tecnología se subordina a la ciencia y puede reducirse a ella; depende, pues, de la ciencia desde una perspectiva ontológica.
- La ciencia se subordina a la tecnología y puede reducirse a ella; es decir, tiene una dependencia ontológica de la tecnología.
- La ciencia y la tecnología son la misma cosa (tecnociencia postmoderna); esto es, no se diferencian ontológicamente.
1. INDEPENDENCIA ONTOLÓGICA Y CAUSAL ENTRE CIENCIA Y TECNOLOGÍA
En la antigua Grecia clásica la mayoría de los filósofos de la naturaleza se ocupaban de una ciencia teórica (episteme) sin una técnica empírica (techne) -Arquímedes fue una brillante excepción-; ambas eran, pues, ontológica [2] y causalmente independientes. Sin embargo, es muy difícil apoyar esta tesis en la actualidad [1].
Para ilustrar este modelo suele recurrirse a casos históricos como la primera revolución industrial que se produjo en Inglaterra a finales del siglo XVIII y cristalizó en las primeras décadas del XIX (minería, máquinas térmicas de Newcomen y Watt, telares mecánicos, metalurgia…), el rápido desarrollo industrial de EE.UU. durante el XIX y el de Japón en el XX. Ninguno se vio precedido por un incremento notable de la investigación científica en los campos afectados.
2. INDEPENDENCIA ONTOLÓGICA E INTERACCIÓN CAUSAL ENTRE CIENCIA Y TECNOLOGÍA
Aunque la ciencia y la tecnología sean dos entidades independientes, las conexiones entre ambas -defendidas en la tesis de este modelo- han ido en rápido aumento desde el siglo XIX [3, 4]. No obstante, hay cierta tendencia a mostrar tal interacción con un exagerado sesgo favorable al sentido que va desde la ciencia a la tecnología en detrimento del opuesto. Para ello, se recurre a diversos ejemplos de innovaciones tecnológicas basadas en la ciencia.
Es difícil encontrar hoy algún campo de conocimiento científico que no sea escrutado para determinar sus potenciales beneficios comerciales, por lo que todas las ciencias que aún no lo han hecho están en vía de dar lugar a sus correspondientes tecnologías. De este modo, se ha hecho posible, al menos en parte, el programa baconiano que estaba en el origen de la ciencia moderna. A la vez, en la actualidad todas las tecnologías también tienden a generar sus propias ciencias [5].
Ciertamente, durante el siglo XX la práctica tecnológica se ha hecho mucho más científica; pero, al mismo tiempo, la práctica científica también depende cada vez más de las aportaciones de la tecnología: instrumentos y sistemas de precisión, nuevos problemas de investigación, métodos, conocimientos teóricos, conceptos y modelos que se usan como analogías y metáforas, etc. [1].
3. LA TECNOLOGÍA DEPENDE ONTOLÓGICAMENTE DE LA CIENCIA
La tercera posición proviene de la concepción estándar de la filosofía positivista que considera a la tecnología como ciencia aplicada (visión idealista de la tecnología); una tesis a la que algunos filósofos analíticos como Bunge contribuyeron y ha sido transmitido al público por famosos divulgadores de la ciencia como Isaac Asimov y Carl Sagan [6].
La afirmación de que la tecnología no es más que la aplicación de la ciencia equivale a proclamar que el desarrollo tecnológico depende jerárquicamente de la investigación científica. Esta tesis entra en serio conflicto con el hecho histórico de que la tecnología, como acción transformadora, es muchísimo más antigua que la ciencia [7]. La ciencia, como búsqueda sistemática de conocimiento, tuvo su origen en la Grecia Clásica, pero, tal y como se acepta comúnmente, es un fenómeno muy posterior, que puede datarse entre finales del XVI y comienzos del XVII [8]. Por tanto, la tecnología en su conjunto no puede ser ontológicamente dependiente de la existencia de la ciencia, que comparada con la primera es casi una recién llegada a la cultura humana [1].
Puesto que la principal finalidad de los tecnólogos no es contribuir a la elaboración de cuerpos coherentes de conocimientos teóricos -para la tecnología éstos son un medio más que un fin-, no es de extrañar que para muchas personas la existencia de teorías tecnológicas [9] no sea tan evidente como la de teorías científicas. No obstante, se han elaborado muchas teorías tecnológicas en medicina, agricultura, comunicación eléctrica, informática y, en general, en todas las ingenierías existentes; teorías que no son menos complejas que las que provienen de la ciencia.
4. IDENTIDAD ONTOLÓGICA ENTRE CIENCIA Y TECNOLOGÍA: TECNOCIENCIA
Puesto que el nacimiento y desarrollo de la tecnología y de la ciencia están excesivamente distanciados en el tiempo, la identidad ontológica [2] entre ambas es imposible en sus orígenes. Pero hay una tesis que sostiene que la intensificación de las relaciones entre ambas a través de los tiempos ha conducido a su fusión como tecnociencia en la contemporaneidad [1].
De manera general, puede decirse que la tecnociencia (el complejo sistema científicotecnológico) designa el conjunto de actividades de investigación, desarrollo e innovación (I+D+I) en las que ciencia y tecnología están profundamente imbricadas y se refuerzan entre sí para conseguir un beneficio mutuo, tanto en sus procedimientos como en sus resultados.
La tecnociencia surge en el último cuarto del siglo XX por evolución de su precursora la macrociencia [11] y el impulso de algunas grandes empresas de EE.UU., habiéndose expandido luego con mucha rapidez por otros países desarrollados. Como una muestra de ello, la mayoría de los científicos académicos que investigan hoy subvencionados por las empresas o las instituciones gubernamentales tienen que pedir autorización para publicar sus trabajos.
A pesar de todo, aunque la tecnociencia ha ido aumentando desde los años 80, y sigue creciendo durante la primera década del siglo XXI, la ciencia que no sigue ese patrón aún se sigue practicando en buena medida y lo mismo puede decirse de la tecnología que no es tecnociencia, por lo que no parece adecuado identificar en todos los casos la ciencia contemporánea con la tecnología.
5. LA CIENCIA DEPENDE ONTOLÓGICAMENTE DE LA TECNOLOGÍA
Este modelo se apoya en el hecho de que la técnica precedió históricamente a la ciencia. Esta tesis, en la que las teorías científicas se contemplan como instrumentos conceptuales sofisticados de la práctica humana (visión instrumentalista de la ciencia), ha sido defendida por Ihde [10] y guarda relación con el punto de vista materialista de la tecnología propio de la dialéctica del pensamiento marxista, el cual afirma que la ciencia no es más que una forma intensificada de tecnología.
Es evidente que durante el siglo XIX, algunos oficios antiguos generaron ciencias basadas en la técnica; por ejemplo, buena parte del desarrollo de la termodinámica se debe a la reflexión teórica sobre las máquinas de vapor que habían construido los técnicos ingleses del XVIII y la química orgánica industrial se potenció en parte por los intereses de fabricantes de tintes.
Aunque pueda resultar muy atractiva para algunas personas, la tesis instrumentalista de la ciencia sostenida en este modelo falla a la hora explicar el programa teoricista de la ciencia helenista clásica, que se desarrolló de modo independiente de cualquier actividad técnica o interés tecnológico [1].
EPÍLOGO
Aunque algunos de los modelos mostrados pudieran parecer más satisfactorios que otros, quizás lo más prudente sea afirmar que ninguno de ellos es capaz de dar cuenta por sí mismo de las cambiantes relaciones entre la ciencia y la tecnología. La historia de la ciencia y de la tecnología es lo suficientemente rica y diversa como para poder resumir tales relaciones en un único modelo [4]. Por lo tanto, menos aún puede servir alguno de ellos para explicarlas adecuadamente en cualquier época, porque las relaciones no han sido siempre las mismas a lo largo de la historia, habiendo cambiado también a través de los tiempos el ejercicio y la organización de las prácticas científica y tecnológica. Pese a todo, no parece que la ciencia y la tecnología sean una misma entidad, y tampoco que haya una relación causal directa y simple entre ambas.
Sin embargo, aunque la distinción entre la ciencia y la tecnología pueda ser mucho más difícil en el presente, aún es posible discernir entre ellas, incluso en aquellos casos donde ambas forman parte de un mismo proyecto. Como dice Niiniluoto [1]: «el día se distingue de la noche, aunque haya casos límite poco definidos (el anochecer)». Y podríamos añadir que también se muestra difuminado el amanecer.
REFERENCIAS:
[1] NIINILUOTO, I. (1997). Ciencia frente a Tecnología: ¿Diferencia o identidad? Arbor, 620, 285-299.
[2] Ontología, según del «Diccionario de la Real Academia Española», significa «parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales».
[3] SÁNCHEZ-RON, J. M. (2004). Imagen pública e intereses privados. En F. J. Rubia, I. Fuentes y S. Casado, Coord. (2004): Percepción social de la ciencia, pp. 97- 113. Madrid: Academia Europea de Ciencias y Artes (AECYA)/UNED Ediciones. En http://www.academia-europea.org/pdf/percepcion_social_de_la_ciencia.pdf.
[4] ZIMAN, J. (1976). The force of knowledge. The scientific dimension of society. Cambridge: Cambridge University Press. Traducción de I. Cabrera (1980): La fuerza del conocimiento. La dimensión científica de la sociedad. Madrid: Alianza.
[5] ZIMAN, J. (1984). An introduction to science studies. The philosophical and social aspects of science and technology. Cambridge: Cambridge University Press. Traducción de J. Beltrán Ferrer (1986): Introducción al estudio de las ciencias. Los aspectos filosóficos y sociales de la ciencia y la tecnología. Barcelona: Ariel.
[6] GONZÁLEZ-GARCÍA, M. I., LÓPEZ-CEREZO, J. A. y LUJÁN, J. L. (1996). Ciencia, Tecnología y Sociedad. Una introducción al estudio social de la ciencia y la tecnología. Madrid: Tecnos.
[7] GARDNER, P. L. (1997). The roots of technology and science: a philosophical and historical view. International Journal of Technology and Design Education, 7(1-2), 13-20.
[8] Entre 1670 y 1870 la ciencia pasó de ser una vocación a ser una profesión, siendo William Whewell quien, en 1840, utilizó por primera vez la palabra científico en vez de filósofo natural para designar a quienes practicaban la ciencia.
[9] Las teorías tecnológicas están centradas en el diseño, la construcción, el comportamiento y la evaluación de artefactos y sistemas tecnológicos; esto es, suponen siempre una reflexión sobre la práctica tecnológica. Así mismo, el criterio de validez de una teoría tecnológica no es tanto que sea verdadera o verosímil (racionalidad científica) sino que funcione en la práctica y sea útil (racionalidad técnica).
[10] IHDE, D. (1983). The historical-ontological priority of Technology over Science. En P. Durbin y F. Rapp (Eds.): Philosophy and Technology, pp. 235-252. Dordrecht, The Netherlands: Reidel. IHDE, D. (1997). The structure
[11] Aunque ambas tienen algunos rasgos comunes, también muestran ciertas diferencias. Así, mientras que en la macrociencia representó un importante papel la investigación básica, en la tecnociencia destaca sobre todo la instrumentalización del conocimiento científico para cumplir el objetivo prioritario de lograr innovaciones tecnocientíficas comercialmente rentables. Otras características distintivas de la tecnociencia son: (i) el predominio de la financiación privada sobre la pública en las actividades I+D+I, (ii) la menor importancia relativa del tamaño del proyecto y de los equipos e instrumentos, (iii) su carácter multinacional, (iv) la conexión en red de los laboratorios mediante el uso de tecnologías de la información y comunicación (TIC), (v) la pluralidad y diversidad de agentes tecnocientíficos…
CRÉDITOS:
Acevedo Díaz, José Antonio (2006): Modelos de relaciones entre Ciencia y Tecnología: Un análisis social e histórico; Revista Eureka Vol. 3, Número 2. Eureka es una revista de enseñanza y divulgación de las ciencias publicada por la Asociación de Profesores Amigos de la Ciencia (http://www.apac-eureka.org/revista).
Este documento es un resumen del artículo del profesor Acevedo y se publica aquí únicamente con fines exclusivos de ilustración de la enseñanza, de acuerdo con: Artículo 10 del Convenio de Berna (OMPI); Artículo 22 del Acuerdo de Cartagena, Decisión 351 de la CAN; Artículo 32 de la Ley 23 de 1982 de Colombia. Ver el artículo Limitaciones a los Derechos de Autor.